domingo, 7 de diciembre de 2014

La mariposa que jamás voló



Cuenta una vieja historia que un hombre encontró el capullo de una mariposa tirado en el camino.

Pensó que allí corría peligro y entonces lo llevó hasta su casa para proteger esa pequeña vida que estaba por nacer. Al día siguiente se dio cuenta de que el capullo tenía un orificio diminuto. Entonces se sentó a contemplarlo y pudo ver cómo había una pequeña mariposa luchando para salir de allí.

El esfuerzo del pequeño animal era titánico. Por más que lo intentaba, una y otra vez, no lograba salir del capullo. Llegó un momento en que la mariposa pareció haber desistido. Se quedó quieta. Era como si se hubiera rendido.

Entonces el hombre, preocupado por la suerte de la mariposa, tomó unas tijeras y rompió suavemente el capullo, a lado y lado. Quería facilitarle al animalito la salida. Y lo logró. La mariposa salió por fin. Sin embargo, al hacerlo, tenía el cuerpo bastante inflamado y las alas eran demasiado pequeñas, parecía como si estuvieran dobladas.

El hombre esperó un buen rato, suponiendo que se trataba de un estado temporal. Imaginó que pronto, la mariposa extendería sus alas y saldría volando. Pero eso no ocurrió. El animal permanecía arrastrándose en círculos y así murió.

El hombre ignoraba que la lucha de la mariposa para salir de su capullo era un paso indispensable para fortalecer sus alas. En ese proceso, los fluidos del cuerpo del animal pasaban a las alas y era así como se convertía en una mariposa lista para volar.

MORALEJA: Se puede decir que esta historia nos hace reflexionar sobre la solidaridad y hasta donde es bueno ayudar. Las preguntas serían:

  • ¿Siempre es bueno ayudar?
  • ¿Bajo cualquier circunstancia?...

En lo personal estoy convencido que no. Por ejemplo, ayudar sin que alguien lo haya pedido, o realizar esfuerzos gigantescos por otros, puede transformar la virtud en un gran error.

Si intervenimos excesivamente en el desarrollo de quienes nos rodean, sin que ellos hagan esfuerzo alguno por conseguir sus objetivos, podemos contribuir a que jamás extiendan sus alas, y en consecuencia, habremos forjado personas dependientes, pasivas y egoístas, que luego nos reclamarán “sus derechos adquiridos”, porque sienten que “les corresponde”, en consecuencia pensarán que son víctimas y se transformarán en nuestros victimarios. De hecho seremos ambos, ellos y nosotros, las dos cosas a la vez.

Colaborar con alguien no significa adoptarlo de por vida. La solidaridad bien entendida requiere de saber brindar una ayuda concreta y no de extender contratos de apoyo en forma indefinida.

Esto que estamos afirmando debe ser comprendido y aplicado no solo para con la sociedad toda, sino también, para con nuestros seres queridos. Especialmente con nuestros hijos.

No seamos cómplices de formar a personas con mentalidad de "victima", porque nos convertiremos en sus victimarios y victimas a la vez.

Hay una máxima oriental que solía decir mi padre: "Es mejor cumplir con nuestro deber, que con el deber del otro, por más bien que lo podamos hacer" 


Juan Carlos Lorenzo
Arquitecto, Psicólogo Social
Master Trainer en PNL & Coach Ontológico

PNLCBA CONSULTORA
www.pnlcbaconsultora.com

martes, 2 de diciembre de 2014

Una empresa con valores




Un joven fue a solicitar un puesto importante en una empresa grande. Pasó la entrevista inicial e iba a conocer al director para la entrevista final. El director vio su CV, y comprendió que era excelente, entonces le preguntó: 

- Recibió alguna beca en la escuela?
- No - respondió el joven -
- ¿Fue tu padre quien pagó tus estudios?
- Si.
- ¿Dónde trabaja tu padre?
- Mi padre hace trabajos de herrería.

El director pidió al joven que le mostrara sus manos.

El joven mostró un par de manos suaves y perfectas.

- ¿Alguna vez has ayudado a tu padre en su trabajo?

- Nunca, mis padres siempre quisieron que estudiara y leyera más libros. Además, él puede hacer esas tareas mejor que yo.

El director dijo:  - Tengo una petición: cuando vayas a casa hoy, ve y lava las manos de tu padre, y luego ven a verme mañana por la mañana.

El joven sintió que su oportunidad de conseguir el trabajo era alta, de manera que cuando regresó a su casa le pidió a su padre que le permitiera lavar sus manos. 

Su padre se sintió extraño, feliz pero con sentimientos encontrados y mostró sus manos a su hijo. El joven lavó las manos poco a poco. Era la primera vez que se daba cuenta de que las manos de su padre estaban arrugadas y tenían tantas cicatrices. Algunos hematomas eran tan dolorosos que su piel se estremeció cuando él la tocó.

Esta fue la primera vez que el joven se dio cuenta de lo que significaban este par de manos que trabajaban todos los días para poder pagar su estudio. Los moretones en las manos eran el precio que tuvo que pagar por su educación, sus actividades de la escuela y su futuro. Después de limpiar las manos de su padre, el joven se puso en silencio a ordenar y limpiar el taller. Esa noche, padre e hijo hablaron durante un largo tiempo.

A la mañana siguiente, el joven fue a la oficina del director y este se dio cuenta que el joven estaba algo conmovido cuando le preguntó:

- ¿Puedes decirme?, ¿Qué has hecho y aprendido ayer en tu casa?
El joven respondió: - Lavé las manos de mi padre y también terminé de asear y acomodar su taller. Ahora sé lo que es apreciar, reconocer... (silencio),  luego se quebró y no pudo continuar.

El director dijo: - Esto es lo que yo busco en mi gente. Quiero contratar a personas que pueda apreciar la ayuda de los demás… personas que conozcan el esfuerzo y la entrega para hacer las cosas, y fundamentalmente personas que no pongan el dinero como su única meta en la vida.

REFLEXIÓN:

Cuando un niño es sobreprotegido y habitualmente se le da todo lo que él quiere, desarrolla una "mentalidad de tengo derecho" y siempre se pone a sí mismo en primer lugar. 

Entonces, la pregunta que te hago a ti lector… si somos este tipo de padres sobreprotectores, ¿realmente estamos demostrándole amor a nuestros hijos o los estamos destruyendo?

Puedes dar a tu hijo una casa grande, buena comida, clases de computación, comprarle una gran pantalla de televisión, pero cuando estás lavando el piso o pintando una pared, por favor, que también él lo experimente. Después de comer que lave sus platos junto con sus hermanos y hermanas. No es porque no tengas dinero para contratar quien lo haga, es porque lo quieres amar de manera correcta. No importa cuán rico seas, lo que quieres es que aprenda a apreciar el esfuerzo, que tenga la experiencia de la dificultad y la habilidad de trabajar con los demás para hacer las cosas.


Juan Carlos Lorenzo
Arquitecto, Psicólogo Social
Master trainer en PNL & Coach Ontológico

PNLCBA CONSULTORA