El más singular de los
fenómenos presentados por una masa, es el siguiente: cualesquiera
que sean los individuos que la componen y por diversos o semejantes que puedan
ser su género de vida, sus ocupaciones, su carácter o su inteligencia, el
simple hecho de hallarse transformados en una multitud le dota de una especie
de alma colectiva. Este alma les hace sentir, pensar y obrar de una manera por
completo distinta de como sentiría, pensaría y obraría cada uno de ellos
aisladamente.
Ciertas ideas y
ciertos sentimientos no surgen ni se transforman en actos sino en los
individuos constituidos en multitud. La masa es un ser provisional
compuesto de elementos heterogéneos, soldados por un instante, exactamente como
las células de un cuerpo vivo forman por su reunión un nuevo ser, que muestra
caracteres muy diferentes de los que cada una de tales células posee.
La aparición de los
caracteres peculiares a las multitudes se nos muestra determinada por diversas
causas. La primera de ellas es que el individuo integrado en una multitud,
adquiere, por el simple hecho del número, un sentimiento de potencia
invencible, merced al cual puede permitirse ceder a instintos que, antes, como
individuo aislado, hubiera refrenado forzosamente. Y se abandonará tanto más
gustoso a tales instintos cuanto que por ser la multitud anónima, y en
consecuencia, irresponsable, desaparecerá para él el sentimiento de la
responsabilidad, poderoso y constante freno de los impulsos individuales.
Una segunda causa, el
contagio mental, interviene igualmente para determinar en las multitudes la
manifestación de caracteres especiales, y al mismo tiempo, su orientación. El
contagio es un fenómeno fácilmente comprobable, pero inexplicado aún y que ha
de ser enlazado a los fenómenos de orden hipnótico.
Dentro de una multitud, todo sentimiento y todo acto
son contagiosos, hasta el punto de que el individuo sacrifica muy fácilmente su
interés personal al interés colectivo, actitud contraria a su naturaleza y de
la que el hombre sólo se hace susceptible cuando forma parte de una multitud.
Una tercera causa, la
más importante, determina en los individuos integrados en una masa, caracteres
especiales, a veces muy opuestos a los del individuo aislado. Me refiero a la
sugestibilidad, de la que el contagio antes indicado no es, además, sino un
efecto.
Ahora
bien...
Detenidas observaciones permiten demostrar que el individuo sumido algún
tiempo en el seno de una multitud activa cae pronto, a consecuencia de los
efluvios que de la misma emanan, en un
estado particular, muy semejante al estado de fascinación del hipnotizado entre
las manos de su hipnotizador. Paralizada la vida cerebral del sujeto
hipnotizado, se convierte éste en esclavo de todas sus actividades inconscientes,
que el hipnotizador dirige a su antojo. La personalidad consciente desaparece;
la voluntad y el discernimiento quedan abolidos. Sentimientos y pensamientos
son entonces orientados en el sentido determinado por el hipnotizador.
Tal es, aproximadamente,
el estado del individuo integrado en una multitud. No tiene ya consciencia de
sus actos. En él, como en el hipnotizado, quedan abolidas ciertas facultades y pueden
ser llevadas otras a un grado extremo de exaltación. La influencia de una
sugestión le lanzará con ímpetu irresistible, a la ejecución de ciertos actos.
Ímpetu más irresistible aún en las multitudes que en el sujeto hipnotizado,
pues siendo la sugestión la misma para todos los individuos, se intensificará
al hacerse recíproca.
Así, pues...
La
desaparición de la personalidad consciente, el predominio de la personalidad
inconsciente, la orientación de los sentimientos y de las ideas en igual
sentido, por sugestión y contagio, y la tendencia a transformar inmediatamente
en actos las ideas sugeridas, son los principales caracteres del individuo
integrado en una multitud. Perdidos todos sus rasgos personales, pasa a
convertirse en un autómata sin voluntad.
Por el solo hecho de
formar parte de una multitud, desciende, pues, el hombre varios escalones en la
escala de la civilización. Aislado, era quizás un individuo culto; en multitud,
es un instintivo, y por consiguiente, un bárbaro. Tiene la espontaneidad, la
violencia, la ferocidad y también los entusiasmos y los heroísmos de los seres
primitivos.
La multitud es
impulsiva, versátil e irritable y se deja guiar casi exclusivamente, por lo
inconsciente. Los impulsos a los que obedece pueden ser, según las
circunstancias, nobles o crueles, heroicos o cobardes, pero son siempre tan
imperiosos que la personalidad e incluso el instinto de conservación
desaparecen ante ellos. Nada, en ella, es premeditado. Aun cuando desea
apasionadamente algo, nunca lo desea mucho tiempo, pues es incapaz de una
voluntad perseverante. No tolera aplazamiento alguno entre el deseo y la
realización. Abriga un sentimiento de omnipotencia. La noción de lo imposible
no existe para el individuo que forma parte de una multitud.
La multitud es
extraordinariamente influenciable y crédula. Carece de sentido crítico y lo
inverosímil no existe para ella. Piensa en imágenes que se enlazan unas a otras
asociativamente, como en aquellos estados en los que el individuo da libre
curso a su imaginación sin que ninguna instancia racional intervenga para
juzgar hasta qué punto se adaptan a la realidad sus fantasías. Los sentimientos
de la multitud son siempre simples y exaltados. De este modo, no conoce dudas
ni incertidumbres.
Las multitudes llegan
rápidamente a lo extremo. La sospecha enunciada se transforma ipso facto en
indiscutible evidencia. Un principio de antipatía pasa a constituir, en
segundos, un odio feroz.
Naturalmente inclinada
a todos los excesos, la multitud no reacciona sino a estímulos muy intensos.
Para influir sobre ella, es inútil argumentar lógicamente. En cambio, será
preciso presentar imágenes de vivos colores y repetir una y otra vez las mismas
cosas.
Juan Carlos Lorenzo
Arquitecto, Psicólogo Social
Master Trainer en PNL & Coach Ontológico
Arquitecto, Psicólogo Social
Master Trainer en PNL & Coach Ontológico
PNLCBA CONSULTORA
Nota: Texto basado en los postulados de Le Bon en su libro "Psicología de las masas"