Sin dudas,
la vida nos depara distintas circunstancias. Algunas de ellas son maravillosas
y otras no tanto; pero lo interesante de todo esto es que hay determinadas
personas que, a pesar de haber vivido escenas o experiencias trágicas que
inclusive pudieron amenazar su equilibrio físico y mental, lograron reponerse y
hoy desarrollan una vida normal.
La pregunta que nos podemos hacer frente a ello es, ¿qué
recursos internos utilizaron para transformar los obstáculos en oportunidades?
Lo que se puede observar en ellos es que, desarrollaron
ciertos mecanismos adaptativos, los cuales les permitieron ir más allá de una
simple resistencia estoica y porfiada. En las investigaciones, se ha comprobado
que estas personas afrontaron las circunstancias con ciertas claves esenciales,
que les hicieron posible un manejo adecuado de la inteligencia emocional. A
este conjunto de cualidades, hoy se las reconoce como capacidad resilente.
En ese sentido, debemos, entonces, diferenciar entre
resistencia y resilencia. Como ya hemos dicho, la resistencia es una actitud
estoica y muchas veces porfiada. De manera tal que, aquí estamos en presencia
de un comportamiento pasivo, que solo trata de soportar el vendaval. Por el
contrario, las personas resilentes tienen la capacidad de tomar distancia de
los hechos. Buscan una perspectiva diferente que les permita, con madurez,
reflexionar ante las adversidades.
Frente a una tragedia, fácilmente se pueden apoderar de
nosotros sentimientos incapacitadores que nos llevan al sufrimiento, como: la frustración, el pánico, el aturdimiento,
la angustia y la depresión. De prolongarse en el tiempo, sin dudas, éstos
dejarán huellas en nuestra salud mental y física. De allí la importancia de
desarrollar nuestra capacidad resilente.
En ese sentido quiero hacer una distinción. El dolor es algo
de carácter biológico, por ejemplo cuando nos golpeamos, nuestro sistema
neurológico nos envía una señal y sentimos un impacto en alguna área de nuestro
cuerpo al cual distinguimos como dolor. El sufrimiento, por su parte, es
lingüístico porque nace a partir de las interpretaciones que hacemos de los
hechos, de manera tal que en ello tienen mucho que ver los juicios que
elaboramos.
La particularidad de todo esto es que el hombre es el único
animal lingüístico, por lo tanto, el único que tiene la “capacidad” de sufrir,
y en consecuencia, morir de un infarto de miocardio. De hecho, no existe ningún
ser vivo, excepto el ser humano, que padezca esta afección.
Ahora bien, si el sufrimiento descansa en los juicios que
hacemos sobre los acontecimientos, esto significa que, modificando los juicios
y las interpretaciones podemos abrir un inmenso campo de intervención para
tratar el sufrimiento humano. De hecho, transformando los juicios que hacemos
sobre aquello que nos sucede, podemos encontrar un mecanismo efectivo para
aliviarnos del sufrimiento.
Indudablemente, nuestra capacidad resilente no se puede
desarrollar de un día para el otro. Esto requiere de entrenamiento y apoyo que
nos oriente hacia el crecimiento de esa capacidad reflexiva, pero también a
establecer una red vincular emocional muy fuerte que nos permita amortiguar las
situaciones difíciles o de pérdidas, porque no debemos olvidar jamás que somos
seres vinculares.
Juan Carlos Lorenzo
Arquitecto, Psicólogo Social
Master Trainer en PNL & Coach Ontológico
Arquitecto, Psicólogo Social
Master Trainer en PNL & Coach Ontológico
PNLCBA CONSULTORA
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